Vancouver, Canada, Año 26 Era Orwell
La nueva se difundió como noticia mala. En parte lo era, pero también era el destino lógico de un espejismo cuando deja de verse. Los habitantes de la región, dueños de todos los secretos del bosque y lectores inconfundibles de las señales del cielo, permanecían entre la tristeza y el desconcierto. « Ha desaparecido, como desaparecen las imágenes del sueño ». Mientras unos recorrían la zona en busca de huellas, rastros, señales o rumores que pudieran como mínimo explicar el fenómeno y en lo posible dar con su paradero, otros se dejaban caer en el silencio y en la más profunda resignación. « No hemos visto ni sus colores ni sus formas , tampoco sentido sus aromas »; « No vale la pena moverse tras él, indagar sería nuestro delirio ». No obstante aquellos que emprendieron la búsqueda decisiva, traspasaron la frontera del mundo conocido y se aventuraron en la tierra que está más allá de la fantasía. « Un árbol de hojas regulares, coloridas y robusto tronco que varía según el sueño de los hombres ». Ante los advenedizos, miradas despectivas por ver en sus palabras la personificación de la locura. « ¿... de hojas verdes, amarillas, rojas, azules...? ¿...cuadradas, rectangulares, triangulares, cilíndricas, cúbicas...? ¿...que sus sobra desprende olores perfumados? » Desconcertados por encontrarse en un mundo donde sus habilidades estaban neutralizadas, aún más, donde su conocimiento pasaba a ser objeto de risa y de burla, decidieron volver tanto los que entendían el destino como fatalidad, como los que entendían la adversidad como prueba de la sabiduría. «Es un mundo extraño ese de allí afuera, está lleno de grises: cielo gris, caminos grises, ríos grises, frutos grises, casas grises, palabras grises, olores grises, personas grises... » Sin que los que volvían se diesen cuenta, un hombre sorprendido con el relato de aquellos desconocidos decidió seguir el camino de éstos y emprender el rumbo para descifrar sus palabras. Sabiendo ocultarse, llegó hasta el destino propuesto. Sin atreverse a hacerse visible, recorrió el bosque deteniéndose en cada detalle. Tiempo después, ya entre sus pares, el relato de su aventura franqueó la incredulidad. « Es un bosque extraño ese de allí afuera en el que surge un sólo tipo de árbol: sus hojas son coloridas, unas verdes, otras amarillas, otras rojas, las hay azules, también violetas; éstas tienen formas geométricas: cuadrados, rectángulos, triángulos, cilindros, cubos, poliedros designan sus figuras; descansar bajo su sobra es deleitarse de los más diversos aromas y su tronco, cada mañana perpetúa por un solo día una imagen de la dimensión onírica ».
La nueva se difundió como noticia mala. En parte lo era, pero también era el destino lógico de un espejismo cuando deja de verse. Los habitantes de la región, dueños de todos los secretos del bosque y lectores inconfundibles de las señales del cielo, permanecían entre la tristeza y el desconcierto. « Ha desaparecido, como desaparecen las imágenes del sueño ». Mientras unos recorrían la zona en busca de huellas, rastros, señales o rumores que pudieran como mínimo explicar el fenómeno y en lo posible dar con su paradero, otros se dejaban caer en el silencio y en la más profunda resignación. « No hemos visto ni sus colores ni sus formas , tampoco sentido sus aromas »; « No vale la pena moverse tras él, indagar sería nuestro delirio ». No obstante aquellos que emprendieron la búsqueda decisiva, traspasaron la frontera del mundo conocido y se aventuraron en la tierra que está más allá de la fantasía. « Un árbol de hojas regulares, coloridas y robusto tronco que varía según el sueño de los hombres ». Ante los advenedizos, miradas despectivas por ver en sus palabras la personificación de la locura. « ¿... de hojas verdes, amarillas, rojas, azules...? ¿...cuadradas, rectangulares, triangulares, cilíndricas, cúbicas...? ¿...que sus sobra desprende olores perfumados? » Desconcertados por encontrarse en un mundo donde sus habilidades estaban neutralizadas, aún más, donde su conocimiento pasaba a ser objeto de risa y de burla, decidieron volver tanto los que entendían el destino como fatalidad, como los que entendían la adversidad como prueba de la sabiduría. «Es un mundo extraño ese de allí afuera, está lleno de grises: cielo gris, caminos grises, ríos grises, frutos grises, casas grises, palabras grises, olores grises, personas grises... » Sin que los que volvían se diesen cuenta, un hombre sorprendido con el relato de aquellos desconocidos decidió seguir el camino de éstos y emprender el rumbo para descifrar sus palabras. Sabiendo ocultarse, llegó hasta el destino propuesto. Sin atreverse a hacerse visible, recorrió el bosque deteniéndose en cada detalle. Tiempo después, ya entre sus pares, el relato de su aventura franqueó la incredulidad. « Es un bosque extraño ese de allí afuera en el que surge un sólo tipo de árbol: sus hojas son coloridas, unas verdes, otras amarillas, otras rojas, las hay azules, también violetas; éstas tienen formas geométricas: cuadrados, rectángulos, triángulos, cilindros, cubos, poliedros designan sus figuras; descansar bajo su sobra es deleitarse de los más diversos aromas y su tronco, cada mañana perpetúa por un solo día una imagen de la dimensión onírica ».
Paris-Nice, año 27 era Orwell
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