5 may 2011

Altrove


           Un poco a la fuerza o tal vez por la sorpresa, fui el último pasajero en descender del tren. Ya en la estación, hice una pausa para recomponerme de un golpe de sensaciones diversas. Tomé el más angosto de los caminos, el menos transitado, el más llamativo. Llegué a la plaza central y allí me esperaba quien sería, por ese día, mi guía. Un personaje compuesto por una curiosa superposición de palabras, imágenes, proyecciones, distorsiones, concreciones, ficciones. Un personaje ficticio que se inspiraba, de una u otra forma, en alguien que existió. Con familiaridad me saludó; me sorprendió que me reconociera cuando nunca en su vida me había visto. En cambio, de mi parte, me costó identificarlo, yo que le daba forma a partir de múltiples imágenes.
            A medida que intercambiábamos algunas palabras formales, él inicio la marcha hablando de un café que quería mostrarme donde tomaríamos y comeríamos algo. Caminaba con ansiedad y hablaba nerviosamente. «...a quel tempo era ancora popolata di vecchi inglesi, granduchi russi, gente eccentrica e cosmopolita...» Cuando llegamos al lugar mi guía hizo una pausa, miró para todas las direcciones y con perplejidad me dijo que tal café al parecer ya no existía. Buscando alguna explicación o deseando algún olvido imprevisto, preguntó a uno de los transeúntes. Éste, sorprendido por la pregunta, afirmó que allí, en ese local, en aquel lugar que mi guía señalaba con su mano, siempre había estado esa boutique. Que él recordara nunca había funcionado allí café alguno. Abatido por la resignación, me señaló una nueva dirección y emprendimos nuestro caminar.
            Nos introducimos por angostas calles, estrechos pasajes y nos dejamos conducir por entre las bifurcaciones y callejones. Ni él ni yo tomamos precauciones por saber a dónde íbamos. De cierta forma, él dejó de ser mi guía. Pero en ese mismo instante en el que el espacio nos absorbió, él se olvidó de toda formalidad, de toda presentación y comenzó a navegar por sus recuerdos. «...mia madre era una donna molto severa, austera, rigida nelle sue idee tanto sulle piccole che sulle grandi cose. Anche mio padre era molto austero e burbero ma la sua severità era più rumorosa, collerica, intermittente...» Sus palabras podían bien dirigirse a mí, pero también podían ser parte de un soliloquio. Esto último me pareció sin duda lo más pertinente dado que su relato fluía con facilidad y sin reparos «mio padre, di famiglia mazziniana repubblicana anticlericale massonica, era stato in gioventù anarchico kropotkiniano e poi socialista riformista...» Hubiera hablado de igual forma ante mi ausencia; yo era simplemente un pretexto, un elemento contingente, pero a la vez aquel que le brindaba la posibilidad de hablar. Este divagar repentino por sus recuerdos, o lo que se presentaba como tal, me exigió una doble concentración: una para sus palabras, otra para las formas y colores que me rodeaban «...mia madre, di famiglia laica, era cresciuta nella religione del dovere civile e della scienza, socialista interventista nel '15 ma con una tenace fede pacifista...» Todo, en su conjunto, formaban un espléndido cuadro.
            Al momento de entrar en la ciudad antigua, con sus formas y colores, sombras y reflejos, fácilmente perdimos la orientación. «il primo ricordo della mia vita è un socialista bastonato dagli squadristi, è un ricordo che debe riferirsi probabilmente all'ultima volta che gli squadristi usarono il manganello, nel 1926, dopo un attentato a Mussolini...» Todo el diseño de esta ciudad está dado para que el norte se confunda y que las cosas no sean las mismas. Hace parte de su estrategia contra las invasiones piratas de siglos pasados. Podría decirse que esta distribución urbana es simplemente otra, que responde a otros imperativos, otros fines; en definitiva a otro uso del espacio. Concretamente me costó trabajo reconocer esa otredad pues me era totalmente imposible salir de mi tiempo a pesar que la oralidad de mi compañero y la distribución del espacio trazaban y mostraban otras temporalidades «...ma far discendere dalla prima immagine infantile, tutto quel che si vedrà e sentirà nella vita, è una tentazione letteraria...» ¿Cómo lograr recrear aquello que no habita en mi memoria? ¿Será el imaginar hipotético un simple juego de aquella otredad o efecto visible de mis caprichos? No logro responderme, el camino y las palabras flotantes que por momentos me circundan me distraen «… la mia esperienza infantile non ha nulla di drammatico, vivevo in un mondo agiato, sereno, avevo un'immagine del mondo variegata e ricca di sfumature contrastanti, ma non la coscienza di conflitti accaniti...»
            Subimos escalinatas, tomamos a siniestra algunos pasajes para más tarde, dado el juego de callejones, volver a ellos remontándolos «…il primo vero piacere della lettura d'un vero libro lo provai abbastanza tardi: avevo già dodici o tredici anni, e fu con Kipling...» Reconocer una de las calles creo que sólo se hizo posible cuando la recorría por segunda o tercera vez. Para ello me servía de objetos precisos: algún balcón, alguna puerta, algún decorado, una pintura, un afiche, una escalera, una fuente «ci sono stati anni in cui andavo al cinema quasi tutti i giorni e magari due volte al giorno, ed erano gli anni tra diciamo il Trentasei e la guerra, l'epoca insomma della mia adolescenza...» Ante las pausas, ninguna de ellas programadas ni tampoco a causa del cansancio físico, yo me desbordaba en preguntas sobre el lugar, su construcción, sus edificaciones, sus monumentos, sus nombres, sobre las significaciones. Las respuestas que recibía eran simples indicaciones que le permitían a mi interlocutor hacer una pausa, tomar un respiro para de inmediato retomar su narración «... l'estate in cui cominciavo a prender gusto alla giovinezza, alla società, alle ragazze, ai libri, era il 1938: finì con Chamberlain e Hitler e Mussolini a Monaco; la belle époque della Riviera era finita...»
            La gran parte del día estuvimos caminando por este laberinto urbano constituido por muros, ventanales, umbrales, arcos, pórticos, bifurcaciones, soportales pero también por voces, colores, olores, sombras y recuerdos que me son totalmente ajenos pero que por un juego alquimista decido emprender. Un gesto de la memoria que no consiste en reconstruir sino en fantasear «…con la guerra, Sanremo cessò d'essere quel punto d'incontro cosmopolita che era da un secolo e ritornarono in primo piano le sue caratteristiche di vecchia cittadina di provincia ligure...»

Sanremo, año 27 era Orwell

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