26 jun 2011

Traslación


NY,
 Año 26, era Orwell


Uno frente a otro, dos artistas de tiempos, modos y estilos disímiles. No sería preciso decir que son opuestos, mas no se exageraría al afirmar que nada tienen en común. No obstante, ambos conviven plácidamente, casi sin hacerse daño. Dos completos desconocidos que se miran con indiferencia, aunque cabe también que con algo de celo y envidia. Uno reside en el Palazzo degli Alessandri, el otro en la humilde sala de una construcción gótica frente a Piazza Cappella, ambos en el barrio de san Pellegrino. Para el cartel promocional de la exposición en la cual se agrupan algunas piezas de poca relevancia, el primero se sirve de una de sus más reconocidas imágenes. Nombrarlo es más que suficiente para asegurar un éxito rotundo en una ciudad de rango menor como esta; solo basta insinuar que vaga por algún lado: “Andy Warhol... In the City”. Para la difusión de la otra exposición, los organizadores han debido recurrir al sentimiento de pertenencia a este piccolo paese, escribiendo en letras doradas: “omaggio della città in occasione del ventennale della scomparsa del maestro”. El primero, como se sabe, más que tocar la cúspide de la creación elaboró su propia fantasía en la que críticos, espectadores y una generación construyeron una nueva adoración. Hoy transita airoso y galante el espectro de su propia inmortalidad. Por su parte el maestro local, carente de dotes plásticos y sin un campo que le erigiera como rey, reposa inconsciente de la corte fúnebre que visita la sala gótica. Dos recorridos muy distintos hacen los asistentes a ambas exposiciones. En la primera, aquellos navegan fascinantes los corredores de un museo donde se expone un nombre. En la segunda, ignorantes en su mayoría de la biografía del autor, recorren las paredes de un mausoleo decorado con pinturas tanto fortuitas como banales. Sin duda, los recorridos están trocados.

Viterbo,
año 27, era Orwell

19 may 2011

Pirámide


A este humilde aposento escondido entre las formas de un risueño paisaje, han llegado recientemente los rumores que dan cuenta de lo que más allá de estas colinas acontece. Las voces hablan de un matrimonio real, de una beatificación y de una guerra. De la joven pareja de recientes nupcias se dice que mostraron, como a los de su género compete, todo el encanto de las cortes reales, sabiendo ganar el aprecio de sus fieles y la admiración respetuosa de sus antagonistas. También se afirma que fueron millones los asistentes, provenientes muchos de lejanos, e incluso, desconocidos reinos. Sobre la ceremonia en los más inmaculados altares, muchos discuten sobre la verdadera práctica de las cuatro virtudes cardenales y de las tres teológicas que exige toda santificación, pero ninguno duda en lo absoluto, cualquiera de los que a la contienda teológica haya entrado, de la realización de milagros. De allí que otros tantos millones, entre curiosos y fervientes adoradores de la cruz, hayan invadido la Sacra Ciudad para ser testigos de tal evento de apasionada relevancia histórica. Del último suceso la información es más que confusa. Los intereses de medio mundo se juegan en un país casi desértico cuyas tribus, emparentadas por viejas alianzas, han decidido entrar en combate, hacer llamado a naciones hermanas, quemar los viejos estandartes e iniciar una cruzada a precio de fuego, sangre y oro. Según se dice, aún sin terminarse, este conflicto cuenta ya en millones sus víctimas. En la pirámide que rige este mundo, Dios yace en las alturas. Le sigue, por su propia gracia, una minoría que para gobernar recure a los cruces incestuosos. En el siguiente estrato se reparten, de manera fraterna y filial, los que orando y guerreando aseguran, ora por el favor divino, ora por la agilidad bélica, la estabilidad del orden. Por último, entre confusos y dolientes, están los que labran la tierra de estos feudos; toda esa población que danza efusiva frente a los palacios imperiales; todo ese pueblo que llora emotivo ante el púrpura, la triada y las llaves benditas; toda esa masa que busca la inmortalidad en el anonimato de la muerte heroica.

Lucinasco,
año 27, era Orwell

5 may 2011

Altrove


           Un poco a la fuerza o tal vez por la sorpresa, fui el último pasajero en descender del tren. Ya en la estación, hice una pausa para recomponerme de un golpe de sensaciones diversas. Tomé el más angosto de los caminos, el menos transitado, el más llamativo. Llegué a la plaza central y allí me esperaba quien sería, por ese día, mi guía. Un personaje compuesto por una curiosa superposición de palabras, imágenes, proyecciones, distorsiones, concreciones, ficciones. Un personaje ficticio que se inspiraba, de una u otra forma, en alguien que existió. Con familiaridad me saludó; me sorprendió que me reconociera cuando nunca en su vida me había visto. En cambio, de mi parte, me costó identificarlo, yo que le daba forma a partir de múltiples imágenes.
            A medida que intercambiábamos algunas palabras formales, él inicio la marcha hablando de un café que quería mostrarme donde tomaríamos y comeríamos algo. Caminaba con ansiedad y hablaba nerviosamente. «...a quel tempo era ancora popolata di vecchi inglesi, granduchi russi, gente eccentrica e cosmopolita...» Cuando llegamos al lugar mi guía hizo una pausa, miró para todas las direcciones y con perplejidad me dijo que tal café al parecer ya no existía. Buscando alguna explicación o deseando algún olvido imprevisto, preguntó a uno de los transeúntes. Éste, sorprendido por la pregunta, afirmó que allí, en ese local, en aquel lugar que mi guía señalaba con su mano, siempre había estado esa boutique. Que él recordara nunca había funcionado allí café alguno. Abatido por la resignación, me señaló una nueva dirección y emprendimos nuestro caminar.
            Nos introducimos por angostas calles, estrechos pasajes y nos dejamos conducir por entre las bifurcaciones y callejones. Ni él ni yo tomamos precauciones por saber a dónde íbamos. De cierta forma, él dejó de ser mi guía. Pero en ese mismo instante en el que el espacio nos absorbió, él se olvidó de toda formalidad, de toda presentación y comenzó a navegar por sus recuerdos. «...mia madre era una donna molto severa, austera, rigida nelle sue idee tanto sulle piccole che sulle grandi cose. Anche mio padre era molto austero e burbero ma la sua severità era più rumorosa, collerica, intermittente...» Sus palabras podían bien dirigirse a mí, pero también podían ser parte de un soliloquio. Esto último me pareció sin duda lo más pertinente dado que su relato fluía con facilidad y sin reparos «mio padre, di famiglia mazziniana repubblicana anticlericale massonica, era stato in gioventù anarchico kropotkiniano e poi socialista riformista...» Hubiera hablado de igual forma ante mi ausencia; yo era simplemente un pretexto, un elemento contingente, pero a la vez aquel que le brindaba la posibilidad de hablar. Este divagar repentino por sus recuerdos, o lo que se presentaba como tal, me exigió una doble concentración: una para sus palabras, otra para las formas y colores que me rodeaban «...mia madre, di famiglia laica, era cresciuta nella religione del dovere civile e della scienza, socialista interventista nel '15 ma con una tenace fede pacifista...» Todo, en su conjunto, formaban un espléndido cuadro.
            Al momento de entrar en la ciudad antigua, con sus formas y colores, sombras y reflejos, fácilmente perdimos la orientación. «il primo ricordo della mia vita è un socialista bastonato dagli squadristi, è un ricordo che debe riferirsi probabilmente all'ultima volta che gli squadristi usarono il manganello, nel 1926, dopo un attentato a Mussolini...» Todo el diseño de esta ciudad está dado para que el norte se confunda y que las cosas no sean las mismas. Hace parte de su estrategia contra las invasiones piratas de siglos pasados. Podría decirse que esta distribución urbana es simplemente otra, que responde a otros imperativos, otros fines; en definitiva a otro uso del espacio. Concretamente me costó trabajo reconocer esa otredad pues me era totalmente imposible salir de mi tiempo a pesar que la oralidad de mi compañero y la distribución del espacio trazaban y mostraban otras temporalidades «...ma far discendere dalla prima immagine infantile, tutto quel che si vedrà e sentirà nella vita, è una tentazione letteraria...» ¿Cómo lograr recrear aquello que no habita en mi memoria? ¿Será el imaginar hipotético un simple juego de aquella otredad o efecto visible de mis caprichos? No logro responderme, el camino y las palabras flotantes que por momentos me circundan me distraen «… la mia esperienza infantile non ha nulla di drammatico, vivevo in un mondo agiato, sereno, avevo un'immagine del mondo variegata e ricca di sfumature contrastanti, ma non la coscienza di conflitti accaniti...»
            Subimos escalinatas, tomamos a siniestra algunos pasajes para más tarde, dado el juego de callejones, volver a ellos remontándolos «…il primo vero piacere della lettura d'un vero libro lo provai abbastanza tardi: avevo già dodici o tredici anni, e fu con Kipling...» Reconocer una de las calles creo que sólo se hizo posible cuando la recorría por segunda o tercera vez. Para ello me servía de objetos precisos: algún balcón, alguna puerta, algún decorado, una pintura, un afiche, una escalera, una fuente «ci sono stati anni in cui andavo al cinema quasi tutti i giorni e magari due volte al giorno, ed erano gli anni tra diciamo il Trentasei e la guerra, l'epoca insomma della mia adolescenza...» Ante las pausas, ninguna de ellas programadas ni tampoco a causa del cansancio físico, yo me desbordaba en preguntas sobre el lugar, su construcción, sus edificaciones, sus monumentos, sus nombres, sobre las significaciones. Las respuestas que recibía eran simples indicaciones que le permitían a mi interlocutor hacer una pausa, tomar un respiro para de inmediato retomar su narración «... l'estate in cui cominciavo a prender gusto alla giovinezza, alla società, alle ragazze, ai libri, era il 1938: finì con Chamberlain e Hitler e Mussolini a Monaco; la belle époque della Riviera era finita...»
            La gran parte del día estuvimos caminando por este laberinto urbano constituido por muros, ventanales, umbrales, arcos, pórticos, bifurcaciones, soportales pero también por voces, colores, olores, sombras y recuerdos que me son totalmente ajenos pero que por un juego alquimista decido emprender. Un gesto de la memoria que no consiste en reconstruir sino en fantasear «…con la guerra, Sanremo cessò d'essere quel punto d'incontro cosmopolita che era da un secolo e ritornarono in primo piano le sue caratteristiche di vecchia cittadina di provincia ligure...»

Sanremo, año 27 era Orwell

26 abr 2011

Diáfano

He tomado el curso del tiempo por lo que pareciera ser su reverso y me he encontrado en Babilonia. Con facilidad aprendí las lenguas, todas, que en ella habitan. Vi caer su noches con sus resplandores fantasmagóricos e hice parte del culto a la divinidades antes de que olvidasen a los hombres. Vi el ciclo de sumisiones regidas por la luna entre los Beths, Alephs y Ghimels. Ningún camino, ningún pasaje me fue ajeno. Supe divertirme en sus juegos tanto como a temerles. En los mercados pude reconocer las mercancías de otras tierras y con igual destreza comerciar las mías. Sus leyes, aunque estrictas, me parecieron justas. Por un parpadeo caprichoso decidí volver a mi presente: todo me pareció... absurdo. He retomado el camino, he vuelto y me he hecho esclavo aunque no sé a quién sirvo. Ahora, en esta sombra del tiempo, escribo en éste, mi idioma, que sin existir, aún no es lengua muerta.

Ville de san Sebastiano, año 27 era Orwell

24 mar 2011

...Faible


Winnipeg, MA, Canada. año 27 era Orwell


Se me ha pedido que extorsione, hurte y ultraje a una honorable señora para redimir a un pueblo hambriento. Sin pedir mayores explicaciones, aseguré que lo haría. Además, no las necesito; incluso, no creo que éstas existan. No hacen falta explicaciones cuando está el legado de la culpa reencarnado en algún sujeto. Una marca en mi cuerpo se hace visible, tal vez la única de todas las marcas que mi cuerpo enseña. Ella sola basta para que sea yo el señalado con el silencio, el designado con la mirada, el elegido entre todos los miembros de este pesaroso, miserable, hambriento y bondadoso rebaño. Solo los pecadores como yo están destinados a las obras redentoras. Algún sabio supo decir que para todo gran pecador, su única salvación es la santidad. Oh!, que se sepan leer aquellas palabras pues tal santidad no está en la conversión de la fe sino en el permanecer en pecando. Así, la inmortalidad que acompaña a todo martirio no es otra cosa que la culminación de toda una vida de apostasía. Entre santo martirizado y martirio santificador no hay ninguna diferencia y no se es ni mártir ni santo que por la vía del pecado.

Cuál sea mi destino poco importa pues desde hace tiempo dejé de ser parte de sus caprichos; sobre mi sólo pesa la condena y mi vida, que tras de sí lleva una monótona sentencia, ya está liquidada. Otra forma de decir lo anterior sería: mi destino no ha cesado de repetirse. El que sea ahora el momento de elevarme entre los hombres para la más justa y despiadada de las obras, es el éxtasis de un agotador mas no agotado ciclo que descansa en vidas como la mía.

Oh!, me parece estar viendo las alegres caravanas, las festivas melodías, los coloridos alumbrados, los abrazos fraternos; cuánta alegría se esconde bajo la piel cubierta de sufrientes llagas de un pueblo sediento de venganza! Ahora es mi turno; «Es nuestro turno hermanos!». Siento la felicidad que como promesa de un lejano pasado está lista a realizarse pero, prudente y sabia como es, cede su plaza al silencio expectante. Todos saben que aquélla depende de mi obrar. Extorsionar, hurtar, ultrajar; no parece difícil pero ¿y si no lo hiciera? Significaría sumar a mi larga lista de faltas la de no cumplir con mi palabra; rechazar el honorífico título de la santidad y conformarme con una vida de oprobio y una muerte de olvido; permanecer a la sombra de todo carnaval de redención; ¿al caso todo eso no sería también el cumplir de mi destino?

El resultado de mi negativa sería el que ya conozco. Con tantos sentimientos latentes en los espíritus, fácil es que algún otro se ofrezca. Fracasará en su intento y con él, un nuevo ciclo se abre.

Ville san Sebastiano, año 27 era Orwell

9 ene 2011

Árbol

Vancouver, Canada, Año 26 Era Orwell

La nueva se difundió como noticia mala. En parte lo era, pero también era el destino lógico de un espejismo cuando deja de verse. Los habitantes de la región, dueños de todos los secretos del bosque y lectores inconfundibles de las señales del cielo, permanecían entre la tristeza y el desconcierto. « Ha desaparecido, como desaparecen las imágenes del sueño ». Mientras unos recorrían la zona en busca de huellas, rastros, señales o rumores que pudieran como mínimo explicar el fenómeno y en lo posible dar con su paradero, otros se dejaban caer en el silencio y en la más profunda resignación. « No hemos visto ni sus colores ni sus formas , tampoco sentido sus aromas »; « No vale la pena moverse tras él, indagar sería nuestro delirio ». No obstante aquellos que emprendieron la búsqueda decisiva, traspasaron la frontera del mundo conocido y se aventuraron en la tierra que está más allá de la fantasía. « Un árbol de hojas regulares, coloridas y robusto tronco que varía según el sueño de los hombres ». Ante los advenedizos, miradas despectivas por ver en sus palabras la personificación de la locura. « ¿... de hojas verdes, amarillas, rojas, azules...? ¿...cuadradas, rectangulares, triangulares, cilíndricas, cúbicas...? ¿...que sus sobra desprende olores perfumados? » Desconcertados por encontrarse en un mundo donde sus habilidades estaban neutralizadas, aún más, donde su conocimiento pasaba a ser objeto de risa y de burla, decidieron volver tanto los que entendían el destino como fatalidad, como los que entendían la adversidad como prueba de la sabiduría. «Es un mundo extraño ese de allí afuera, está lleno de grises: cielo gris, caminos grises, ríos grises, frutos grises, casas grises, palabras grises, olores grises, personas grises... » Sin que los que volvían se diesen cuenta, un hombre sorprendido con el relato de aquellos desconocidos decidió seguir el camino de éstos y emprender el rumbo para descifrar sus palabras. Sabiendo ocultarse, llegó hasta el destino propuesto. Sin atreverse a hacerse visible, recorrió el bosque deteniéndose en cada detalle. Tiempo después, ya entre sus pares, el relato de su aventura franqueó la incredulidad. « Es un bosque extraño ese de allí afuera en el que surge un sólo tipo de árbol: sus hojas son coloridas, unas verdes, otras amarillas, otras rojas, las hay azules, también violetas; éstas tienen formas geométricas: cuadrados, rectángulos, triángulos, cilindros, cubos, poliedros designan sus figuras; descansar bajo su sobra es deleitarse de los más diversos aromas y su tronco, cada mañana perpetúa por un solo día una imagen de la dimensión onírica ».

Paris-Nice, año 27 era Orwell

Presagio


Burnaby, Canada, Año 26 Era Orwell.

He visto circular en el cielo, el plácido vuelo de las aves que visitaban la más majestuosa de las casas de Dios. No llovía, aún no llovía. Parecían desde el aire anunciar algo nuevo, algo venidero. Me encuentro completamente inhabilitado para comprender los signos que trazaban. Detengo mi paso, el aire me llega con pausa, dirijo mi mirada al cielo y allí las veo trazando réplicas celestes de la plaza de san Pedro. Cuánto habrán viajado hasta este firmamento, viaje de peregrino o viaje de exiliado, no lo sé. Sé que avisan algo nuevo, algo a acontecer en el futuro inmediato, pero el resto lo ignoro. No obstante llega a mí la certeza de que no se trata del preludio formal del invierno, como tampoco la primera señal de la profecía de san Juan lo que se traza sobre esta sacra ciudad; ni ciclo natural ni juicio justo y misericordioso. A mi alrededor no hay nadie más que mire el cielo, nadie más que detalle el vuelo, tampoco alguien que intente descifrar los enigmas celestes y divinos. Todo esto me sabe a tragedia.

Città del Vaticano,
 Año 26, era Orwell

19 dic 2010

Espiral



Newark Airport, NJ, USA, Año 27 Era Orwell.

En la madrugada, aún bajo la penumbra, llegamos a la ciudad que otrora guardara maravillosamente el imponente coloso. A pesar de la hora, en el puerto y a lo largo de la ciudad-nueva el movimiento era constante. Sonidos estridentes, voces en diversos idiomas, música frenética, automóviles y camiones que salían de las entrañas de los cruceros, gente que subía y que bajaba, otros que permanecían a la espera de un rencuentro, unos pocos que no se inmutaban de absolutamente nada. Franqueadas las murallas, las estrechas calles del siglo XIV nos rodearon y nos aislaron haciéndonos penetrar en un interior que ignorábamos. Sería parte de un engaño afirmar que ninguno tenía miedo. La iluminación de la mayoría de tramos que debimos realizar al interior de la ciudad antigua, parecía más próxima a siglos ya vividos y mal recordados que al presente de donde veníamos. Junto a las sombras éramos espectros anacrónicos. Nuestro mapa, una quimera. Tomar por la más pequeña de las calles se mostraba como una travesía no tanto urbana sino temporal. Absolutamente perdidos, pero además vulnerables. Si sobre nosotros hubiera saltado un impredecible ataque nocturno, no hubiéramos sido victimas sino testigos de alguna crónica de cruzados. La ciudad, con su sueño y su memoria, nos empujaba sinsentido. Fácil era confundir la ruta pero continuábamos guiados por un instinto como si ya habitáramos un tiempo pretérito. Un espiral trazaba las fronteras no sólo espaciales sino ejecutaba magistralmente un brusco cambio de proporciones temporales. Imposible sería separar cada fragmento de esta espacialidad en la cual nos perdíamos de las fugacidades de movimiento temporal en las cuales no sumergíamos. Pronto no nos reconoceríamos, ni entre nosotros ni con nosotros mismos. Pronto nos presentaríamos como indescifrables ; extraños sujetos que no se identificarían. Forastero para los otros, extranjero para sí. Inmediatamente después de nuestra conversión en desconocidos, los acertijos urbanos serían rebelados y cada cuál, con facilidad, tomaría su rumbo.

Ρóδος,
Año 26, era Orwell.

8 nov 2010

Geburt

Los textos de Borges, para muchos, son un laberinto de sentidos. Por momentos la risa, otros tantos la intriga, el tiempo que se deshace y se repliega en sí, el ser en sus quebradizos caminos. Aunque sorpresa no pueda causar, una simple frase de uno de sus relatos hizo detener el tiempo ; por lo menos, el que me concierne. Procederé con la mayor economía y suprema claridad.

Borges cede su pluma ; se limita a ejercer el rol de editor. Por su parte Otto Dietrich zur Linde se inclina ante el gesto ; decide hablar después de guardar silencio durante todo el proceso que lo sentenció a ser fusilado por torturador y asesino. Reseña él apartes precisos de su vida, sin embargo no divaga por la memoria sino diagrama la ruta de un mapa a descifrar : « Quienes sepan oírme, comprenderán la historia de Alemania y la futura historia del mundo ». Militando como soldado orgulloso de su fé, un primero de marzo de 1939, como si estuviese escrito desde siempre, un atardecer, unos disturbios, una calle en Tilsit, dos balas y su pierna amputada. « Morir por una religión es más fácil que vivirla con plenitud ». Poco menos de dos años después, nombrado subdirector del campo de concentración de Tarnowitz. A pesar de lo poco grato, lo entendió como un examen para investir el nuevo hombre que exigía despojarse de toda piedad ; por ello, nunca obró con negligencia. Una sensación de jovialidad le cobijaba, una emotiva exaltación en la sangre y hasta un nuevo sabor en el sueño. « Yo, quizá, nunca fui plenamente feliz, pero es sabido que la desventura requiere paraísos perdidos ». Se abre paso la derrota ; primero la familiar (su hermano pereció en Egipto, la casa natal destruida e igual suerte su laboratorio), finalmente la del Tercer Reich. Aunque se entendía vencido, un sabor a felicidad hace presencia. Para explicar tal misterio ensaya tres hipótesis sobre la satisfacción que le produce la derrota. Ninguna le satisface ; ensaya de nuevo hasta encontrar la verdadera. Ésta habla de la concatenación de los hechos, de la silenciosa continuidad entre los pueblos, de las inaprensibles consecuencias de un acto. Tal verdad está expuesta de la siguiente manera :
« Arminio, cuando degolló en un ciénaga las legiones de Varo, no se sabía precursor de un Imperio Alemán ; Lutero, traductor de la Biblia, no sospechaba que su fin era forjar un pueblo que destruyera para siempre la Biblia ; Christoph zur Linde, a quien mató una bala moscovita en 1758, preparó de algún modo las victorias de 1914 ; Hitler creyó luchar por un país, pero luchó por todos, aun por aquellos que agredió y detestó »

Nuestro tiempo canta un victoria, conmemora una derrota ; la misma derrota que dejaba en Otto Dietrich zur Linde una sensación de felicidad pues bien sabía él, o bien reconocía él, que la derrota del nacionalsocialismo no era otra cosa que la apertura a un nuevo tiempo por él creado. En el momento en que era hecho prisionero y conducido a jucio, sobre él se levantaba el resplandeciente cielo por el cual dio batalla, era mutilado y se hacia inmisericordioso. Su muerte se bañaba de júbilo y su cuerpo, tal vez tembloroso, un poco por miedo, mucho más por regocijo, repetía : « Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima »

Me atrevería a afirmar que todo el relato, principalmente su alucinación espectral del futuro presente, podría ser sintetizado en una sola frase –aquella que detuvo mi tiempo- escrita de tal forma que compondría un nuevo texto capaz de conservar todo lo que Deutsches Requiem transmite. Ese nuevo texto se escribiría de la siguiente manera :

[…]

Hitler believed fighting for a country, but fought by all, even by those he attacked and hated
Гитлер считал, борющихся за страну, но сражались на всех, даже тех, кого он напал и ненавидел
Hitler creyó luchar por un país, pero luchó por todos, aun por aquellos que agredió y detestó
היטלר האמין נלחמים עבור המדינה, אבל נלחם על כולם, אפילו על ידי מי שהוא תקף שנא
هتلر يعتقد ان القتال من أجل البلد ، ولكن قاتلوا من قبل الجميع ، حتى من قبل أولئك هاجم وكرهت
Hitler croyait se battre pour un pays, mais combattus par tous, même par ceux qu'il a attaqué et haï
希特勒认为,一个国家而战,但即使打了所有那些攻击和恨
Hitler credeva che lottano per un paese, ma combattuta da tutti, anche da chi ha attaccato e odiato
Ο Χίτλερ πίστευε αγωνίζονται για μια χώρα, αλλά αγωνίστηκε από όλους, ακόμη και από εκείνους που επιτέθηκαν και μισούσε
היטלער געגלויבט פייטינג פֿאַר אַ לאַנד, אָבער געקעמפט דורך אַלע, אַפֿילו דורך יענע ער קעגן און פיינט
געהאט
Hitler glaubte kämpfen für ein Land, sondern kämpfte mit allen, selbst von denen er angegriffen und gehasst

[…]


Paris, año 26 era Orwell

3 nov 2010

Okapia


Okapia


“Voy a perderme en frases inocuas y manifestaciones melodramáticas.
En la niebla, allí, probablemente, me extraviaré.”

- ¡Shh… apaga la vela, silencio, alguien asoma, algo se condensa!
Indudable presencia material; señal que disuade todas las figuras de mi imaginación, mis delirios y mis sueños. Por tercera vez el hielo de volcán intenta reclamarme la vida, maestro de nociones recónditas, cenizal de historia, crisólito inmaculado. Heladas llegan desde el cráter del Vesubio por la misma senda que el desertor abrió, Espartaco está aquí, a discreción me interroga con su mirada. Hoy no me visita el retoñito de la vaca multicolor que lleva un arpón de escorpión por cola. Un cieno negruzco entre el blanco cauce inmutable se desborda mudo, ostra.
Pero el camino que no es prudente, no conoce de silencios habla, -dice-: -m e m o r i a; -dice-: -23 puñaladas asesinaron a Julio César, XXIII para el museo magnicidio, veintitrés para formar un charco de palabras: 1. Plasma, 2. Oxido, 3. Filarmónica, 4. Sensualidad, 5. Rex, 6. Borde, 7. Roma, 8. Gacela, 9. Diablo, 10. Séquito, 11. Velocidad, 12. Célula, 13. Púrpura, 14. Brillo, 15. Golconda, 16. Taumaturgia, 17. Cuerpo, 18. Megalomanía, 19. Trémulo, 20. Deberías, 21. Besarme, 22. Cainita, 23. Tripalium.
También en el camino hablador habitan herejes del siglo VIII de rumbo paralelo a la altura de la cruz. Otros más contemporáneos rezan un maitines hierático por la memoria de Merrick. Pero el camino perdámoslo, haciendo por alcanzarlo una multitud que presencia la electrocución de Topsy, las corrientes en guerra, (otra conmovedora historia elefantina) una humillante situación de ruina, de desarraigamiento y cinismo, una mañana de carabineros en formación. El camino no se calla, tengo tu voz y esta tragedia de antiguas victorias. El camino es tensión y conflicto ¿Cómo alcanzar el menos transitado? Sólo queda la carretera perdida de sus propios dolores, las rutas no existen. Ya no somos libres de querer espantar los recuerdos.
Esta no es la historia de mi plan de huida, hay lugares que nos retienen para siempre. Es lluvia de perdigones que revolotea el azul profundo, dejando a su paso un esparzo de pólvora gatomusa. Es cadáver de albatros en fuga hacia el brumoso vacío. Cadáver que duerme mientras flota sobre el océano jorobado de sepias carnosas. La vida es larga como sus alas y hay que conocer las formulas para ahogarse, crecer cerca del mar, hay que saber desaparecer.
Conjuré un pacto inexorable, tentado por la obscenidad, caído en maldad. La tentación del momento magnético elemental. La fuerza febrilmente copulada. El concurso secreto del amanecer mancillado de tus hermosas libélulas que pasean por mi ramal de memoria. Inter espacial fotosíntesis de tus fluidos y los míos, oyéndose de súbito en el choque de un acueducto que rompe todas fibras. Movimiento ascendente de nuestra marea. Amancebamiento nuestro supremo. Leche azucarada en desbandada. Esta noche avisa la certeza de un acercamiento fatal ¡Despierta fiera silenciosa del cúmulo estelar y reemplaza los caminos inhóspitos de la imbécil alegría! Soledad: un bastión para los escondidos. Las historias de vida y muerte ocurren todos los días.
Columnas de gatomusos agazapados en el norte del bosque me buscan, me vigilan estas heridas abiertas. Espeso es el polvo esta noche, enfantasma el vaho de nuestro toldo. Viene ella, derramara su sangre de niebla condensada, (Es la niña que alguna vez viste a horas imprevistas) todo se oculta, todo cambia cuando exhibe su azabache manto, nos aguarda, no se deja retratar, pero, probablemente se dejará seducir. Desaparece cuando han culminado sus actos de nigromancia y hechicería; y hasta nos deja ver la aridez de un paisaje que no arderá con el sol y no despertará cada noche de la muerte.
Ambos se alistaron para partir de allí:
- Páramo, páramo, corre, corre, huyamos de ésta fría harina que se empotra rápidamente y asalta nuestro blanco funeral.
- No prendas hogueras, espérame en la posibilidad del camino soñado, ya sabes, al sur. Seré quien lleve la nitroglicerina, el serrín y lo que haga falta. En esta violenta noche la intuición será nuestra amante y aliada.
- No te dejes caer, ni doler. Mi vida, déjate enlazar por el cielo abierto, donde mañana correrán nuestros okapis de algodón
- Envíen mi muerte desde el cráter del Vesubio por un sendero de laurel cerezo y amanitas, copos de avena y baldosas enjabonadas, así tardará mucho en llegar.
A la mañana siguiente:
- ¡Mira una manada, okapis! Ya basta de llorar que está saliendo el sol...
- Okapis, un perro, un gato, tú y yo.

                                                                                                                         Bogotá. Año 26 era Orwell